EVANGELIO,
JUSTICIA Y DERECHOS SOCIALES
INTRODUCCIÓN:
EL “POR QUÉ”
DE ESTE DOCUMENTO
1.
NOS ENCONTRAMOS ANTE UNA CRISIS MÚLTIPLE, EN UN CONTEXTO GLOBAL:
2.
CAUSAS:
2.1.
TÉCNICAS
2.2.
POLÍTICAS
2.3.
ÉTICAS
3.
SUS PRINCIPALES VÍCTIMAS, LOS MENOS CULPABLES Y MÁS DÉBILES.
4.
ANTE LOS NUEVOS EMPOBRECIDOS RENOVAMOS LA OPCIÓN PREFERENCIAL POR
LOS POBRES
5.
FRACTURA DEL ESTADO DEL BIENESTAR. QUIEBRA DE LA PROTECCIÓN DE LOS
DERECHOS HUMANOS
6.
LA DIGNIDAD HUMANA VULNERADA
7.
EL SER HUMANO, SUJETO, FUNDAMENTO Y FIN DE LA SOCIEDAD.
8.
LA INICIATIVA ESTATAL Y LA INICIATIVA PRIVADA
9.
LA NATURALEZA PROFÉTICA DEL SER CRISTIANO.
10.
NECESIDAD DE UNA HUMANIDAD NUEVA PARA UNA SOCIEDAD NUEVA
11.
TESTIMONIO Y COHERENCIA DE VIDA EN LOS CRISTIANOS Y EN LA IGLESIA.
12.
PISTAS DESDE LA DSI PARA UN NUEVO MODELO DE SOCIEDAD, DE POLÍTICA Y
DE ECONOMÍA.
INTRODUCCIÓN:
EL “POR QUÉ”
DE ESTE DOCUMENTO
Algunos
cristianos de la Iglesia de Madrid (ver relación al final) nos
atrevemos a tomar la palabra por ser seguidores de Jesucristo, el
Buen Samaritano, que mira al apaleado en la cuneta por la crisis, le
venda las heridas y le restituye su dignidad. No nos sentimos mejores
que nadie, ni en posesión de la verdad, sino creemos que tenemos
algo que aportar desde los criterios evangélicos y de la Doctrina
Social de la Iglesia: defender los derechos sociales es un deber de
fe y de justicia. Benedicto XVI
nos recordaba que la fe es “un
acto...de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás”.
Es
precisamente la Fe como don gratuito la que nos hace mirar con
ojos creyentes la realidad actual de nuestro país y levantar la voz
como ciudadanos y católicos para pedir verdad, justicia, libertad y
caridad; valores a través de los cuales se expresa la dignidad de
todos los seres humanos y fundamentos de la convivencia humana
que cada vez son más vulnerados dado el actual deterioro de
los servicios públicos que garantizan el estado del bienestar y el
bien común. Queremos denunciar también que durante los tiempos de
bonanza económica, los servicios de asistencia social se debilitaron
en lugar de fortalecerse.
Además,
sentimos que el actual estado de la situación pone en grave riesgo
la paz social, pues “Los recortes están golpeando más a los
que menos tienen. Y creo que de no enderezar la situación veremos
consecuencias políticas serias a medio plazo” .
No en vano dijo Juan Pablo II que “El secreto de la paz
verdadera reside en el respeto de los derechos humanos” ,
y los recortes actuales los ponen seriamente en peligro.
Situamos
nuestra reflexión en el contexto de la llamada apremiante que hemos
recibido todos a la Nueva Evangelización, de la cual forma parte
indispensable la Doctrina Social de la Iglesia,
que es para nosotros nuestra referencia fundamental a la hora de
elaborar el presente documento, además de la Constitución Española,
que define el Estado español como un estado social y democrático de
derecho, y en la amplia lista de derechos recogidos en la misma.
Queremos
ser Iglesia presente en el mundo, una Iglesia que afronta los
problemas, que se sitúa junto a los que sufren de manera solidaria y
comprometida. El cardenal Suquía dijo que en la Iglesia “todos
debemos sentirnos miembros unos de otros y solidarios de los más
pobres”.
Uno de los elementos que hace a la Iglesia un grupo social
identificable, entre otros, es “un
amor apasionado por el hombre, por todos los hombres y una
preferencia por los más pobres, los más débiles y los más
necesitados”.
Es
el Papa Francisco quien nos anima a esto: “Sobre
todo ahora, en este tiempo de crisis, es importante no encerrarse en
sí mismos, enterrando el propio talento, las propias riquezas
espirituales, intelectuales, materiales… Hay que abrirse, ser
solidarios, preocuparse por los demás”.
Partiendo
de esto hacemos la siguiente reflexión y propuestas, sintiendo en
nuestras vidas el desafío profético de las primeras palabras de GS
1: “Los gozos y
las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a
la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos
de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su
corazón”.
Por
último, como católicos, nos sentimos además llamados a lanzar
nuestro “grito”
de denuncia y anuncio ante el “silencio
escandaloso” de
quienes deberían haberlo hecho y tienen más voz que nosotros.
1.
NOS ENCONTRAMOS ANTE UNA CRISIS MÚLTIPLE, EN UN CONTEXTO GLOBAL:
Aunque
solemos hablar de la “crisis” en “singular”, lo cierto es que
nos enfrentamos a una realidad que, al menos, tiene 6 rostros
distintos. Nos enfrentamos a una crisis ética, alimentaria,
financiera, ecológica, política y energética.
Además,
estos rostros se ven agravados por una dimensión nueva en las
experiencias de crisis que hasta ahora ha vivido la humanidad: la
globalidad.
En
este mundo convertido en “aldea global”, las realidades son tan
interdependientes que es imposible no encontrar sólidas conexiones
entre ellas y, al mismo tiempo, anunciarnos que cualquier intento de
solución que no tenga en cuenta esta dimensión, está llamado
irremisiblemente a fracasar1.
De
hecho, aterrizando esta cuestión en el tema que nos ocupa, en su
dimensión económica-financiera, “El
mercado globalizado castiga a aquellas naciones que tienen altas
prestaciones sociales, altos impuestos, una regulación económica
intensa y salarios más altos”1.
Como dice González Fabre, “Consecuentemente,
las empresas que compiten en un mercado global se trasladan a donde
la mano de obra sea más barata. El desarraigo de las masas
laborales, el empobrecimiento de los pueblos o los vaivenes a los que
sus culturas son sometidas, resultan sencillamente invisibles para
quien opere desde la lógica económica del puro mercado”1.
Dicho
de otra manera, la globalización actual, tal como se plantea y
desarrolla, favorece la injusticia. Recordemos lo que decía Juan
Pablo II en LE 19:
“Hay que
subrayar también que la justicia de un sistema socio-económico y,
en todo caso, su justo funcionamiento merecen en definitiva ser
valorados según el modo como se remunera justamente el trabajo
humano dentro de tal sistema. A este respecto volvemos de nuevo al
primer principio de todo el ordenamiento ético-social: el principio
del uso común de los bienes. En todo sistema que no tenga en cuenta
las relaciones fundamentales existentes entre el capital y el
trabajo, el salario, es decir, la remuneración del trabajo, sigue
siendo una vía concreta, a través de la cual la gran mayoría de
los hombres puede acceder a los bienes que están destinados al uso
común: tanto los bienes de la naturaleza como los que son fruto de
la producción. Los unos y los otros se hacen accesibles al hombre
del trabajo gracias al salario que recibe como remuneración por su
trabajo. De aquí que, precisamente el salario justo se convierta en
todo caso en la verificación concreta de la justicia de todo el
sistema socio-económico y, de todos modos, de su justo
funcionamiento. No es esta la única verificación, pero es
particularmente importante y es en cierto sentido la
verificación-clave.”
A la
hora de analizar las causas, situamos el estudio de la matriz ética
de la crisis, que está actuando como causa y efecto.
2.
CAUSAS:
Aunque
diversos economistas difieren a la hora de explicar las causas de la
crisis, creemos que hay un consenso suficiente sobre las que a
continuación exponemos como para ser consideradas como ciertas.
2.1.
TÉCNICAS
Debemos
tener en cuenta que las causas son una suma de factores: crisis
financiera, burbuja inmobiliaria, bajos tipos de interés y
valoración incorrecta de activos y bienes.
La
principal causa fue la deficiente gestión de riesgos de las grandes
instituciones financieras. Además, la crisis se vio facilitada por
un ambiente dominado por pronunciados desequilibrios globales con
grandes superávit en cuenta corriente en los países emergentes de
Asia y los países exportadores de petróleo y una alto déficit en
EE.UU.; políticas monetarias expansivas que dieron origen a bajas
tasas de interés y a una búsqueda agresiva de retornos, excesivo
apalancamiento sin garantías subyacentes y problemas de incentivos
inadecuados (agencias calificadoras de riesgo, modelo de “originar
para distribuir” hipotecas, remuneración de ejecutivos) que
debilitaron la disciplina de mercado.
El
economista y profesor de Harvard, Francis Bator usó la expresión
“fracaso del mercado”. Nosotros hablaremos de “fallos del
mercado”. Creemos que dos se han mostrado claramente:
*
La información asimétrica: un ejemplo muy claro es lo que están
sufriendo muchas personas con sus hipotecas o con los productos de
inversión en los que depositaron sus ahorros (preferentes). Realidad
que incluso ha afectado a los grandes profesionales: el Banco de
Santander sufrió
la estafa de
Madoff. Este hecho hace que no se pueda poner al mismo nivel la
responsabilidad de los accionistas y gestores de las grandes
entidades financieras y corporaciones, la de los responsables
políticos y la de la población en general. Quienes más
conocimientos y responsabilidad tenían deben asumir en la misma
proporción la responsabilidad y el peso de la crisis.
*
La imperfección en la competencia: monopolios/oligopolios. Cada vez
sufrimos más las posiciones privilegiadas en el mercado de
determinadas empresas en campos como las comunicaciones, el
transporte, la producción de determinados productos, etc.
Stiglitz
afirma que “Hay una relación entre desigualdad e inestabilidad.
Los mercados no son necesariamente justos, los ejecutivos en el
mercado financiero se marcharon con megabonos mientras que los
estadounidenses se fueron sin trabajo”1.
Nos
parece fundamental dedicar unas pocas líneas
al “mito” del crecimiento económico continuo,
como si de este dependiese la “curación” de todos los males que
afectan a la economía. Es bien sabido que medir la economía de un
país por su capacidad de incrementar el PIB, sin tener en cuenta
otras variables, como por ejemplo la distribución del mismo, es
erróneo (cf. J. Stiglitz, Roca Jusmet1,...)
Lo mismo que pensar que sin crecimiento económico no se puede
generar empleo o satisfacer las necesidades humanas verdaderamente
necesarias. La realidad demuestra que sin una justa distribución, el
crecimiento económico suele servir tan sólo para que una reducida
clase se enriquezca de manera escandalosa e injusta, y que con el
actual PIB, se puede contribuir eficazmente al verdadero desarrollo
de la población si fuese acompañado de un justo reparto de la
riqueza.
Y
no menos cierto es que ese crecimiento continuo se suele apoyar en la
economía especulativa en detrimento de la economía real, siempre
limitada por su propia naturaleza, aunque favorecedora de una
economía verdaderamente productiva y sostenible.
La
afirmación de MM 74 es inequívoca: “La
prosperidad económica de un pueblo consiste, más que en el número
total de los bienes disponibles, en la justa distribución de los
mismos, de forma que quede garantizado el perfeccionamiento de los
ciudadanos, fin al cual se ordena por su propia naturaleza todo el
sistema de la economía nacional”1.
Lo
cierto, como veremos más adelante, es que la brecha entre ricos y
pobres ha crecido de una manera alarmante y escandalosa.
2.2.
POLÍTICAS.
No
menos cierto es que la crisis económica actual manifiesta el fracaso
en el modelo de Estado de las democracias occidentales.
La
desregulación financiera ha sido una de las más decididas
facilitadoras de la crisis. El Estado decidió mirar a otro sitio, o
fue incapaz de desarrollar una legislación eficaz que evitase los
comportamientos financieros irresponsables y perjudiciales para el
bien común1.
En España, la pasividad de las autoridades políticas y económicas
ante la burbuja inmobiliaria ha sido vergonzosa e inmoral, una
pasividad aliada de los intereses económicos de quienes se han
beneficiado durante la misma controlando el mercado hipotecario e
inmobiliario. Y no menos grave ha sido y es la progresiva pérdida de
poder adquisitivo de los salarios y, por decirlo con palabras de la
Doctrina Social de la Iglesia, la pérdida de derechos del TRABAJO
frente al CAPITAL.
Igual
de grave e inmoral nos parecen las leyes que han obligado a los
Estados a financiarse a través de las entidades privadas, haciendo
que se dé la “esperpéntica realidad” que el Estado preste a los
Bancos dinero a un interés mucho más bajo que luego paga a los
mismos bancos cuando estos invierten en deuda pública.
Resulta
evidente la incapacidad de los Estados nacionales de dar una
respuesta a una economía/finanzas globalizadas. Caritas in Veritate
24 afirma:
“En
nuestra época, el Estado se encuentra con el deber de afrontar las
limitaciones que pone a su soberanía el nuevo contexto
económico-comercial y financiero internacional, caracterizado
también por una creciente movilidad de los capitales financieros y
los medios de producción materiales e inmateriales. Este nuevo
contexto ha modificado el poder político de los estados. Hoy,
aprendiendo también la lección que proviene de la crisis económica
actual, en la que los poderes
públicos del Estado se ven
llamados directamente a corregir errores y disfunciones, parece más
realista una renovada valoración de su papel y de su poder, que han
de ser sabiamente reexaminados y revalorizados, de modo que sean
capaces de afrontar los desafíos del mundo actual, incluso con
nuevas modalidades de ejercerlos. Con un papel mejor ponderado de los
poderes públicos, es previsible que se fortalezcan las nuevas formas
de participación en la política nacional e internacional que tienen
lugar a través de la actuación de las organizaciones de la sociedad
civil; en este sentido, es de desear que haya mayor atención y
participación en la res publica
por parte de los ciudadanos.
En
esta misma línea de pensamiento se mueve el Papa Francisco al decir
que “Este
desequilibrio se deriva de las ideologías que promueven la autonomía
absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando así
a los Estados el derecho de controlar. Se instaura una nueva tiranía
invisible, que impone de forma unilateral y sin remedio posible sus
leyes y sus reglas”.
Una
economía global necesita una respuesta política global.
2.3.
ÉTICAS
Hacemos
nuestras las palabras del prof. R. González Fabre, sj: “Detrás
de la crisis económica actual, hay en realidad fallos éticos graves
tanto de sectores empresariales y políticos como de la población en
general. La crisis constituye una oportunidad de aprendizaje ético
para todos”.
Queremos
señalar que esta crisis ética que subyace a la crisis económica
manifiesta a la vez el fracaso antropológico de la cultura moderna.
Como ha dicho el Papa Francisco: “La
crisis financiera que estamos atravesando nos hace olvidar su origen
primero, situado en una profunda crisis antropológica. ¡En la
negación de la primacía del hombre! Hemos creado nuevos ídolos. El
antiguo culto al becerro de oro ha encontrado una imagen nueva y
despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la
economía sin rostro ni objetivo verdaderamente humano”.
A
diario nos llegan noticias de cómo los agentes económicos han
mentido, casos de corrupción política, malversación de fondos
públicos, abusos de los bancos respecto a sus clientes.
Puede
que uno de los ejemplos más claros de esta crisis ética en nuestro
país sea el alto nivel de fraude fiscal. El periódico El Mundo daba
los siguientes datos en fechas recientes1:
“A falta de datos
reales, las estimaciones apuntan a que el fraude en España se sitúa
entre el 20% y el 23% del Producto Interior Bruto (PIB). Otras
valoraciones lo sitúan en unos 60.000 millones de euros. Según
datos de Gestha, casi el 72% del fraude en España procede de grandes
compañías y patrimonios. Las pymes, por su parte, son responsables
del 17% mientras que a autónomos y asalariados les corresponde el
8%”.
Por
desgracia, hemos asistido en los últimos años al divorcio entre la
ética y las actividades económicas y políticas. En materia
económica, se ha hecho realidad el dicho de “si da beneficios,
hagámoslo” independientemente de si aquello que es posible es
ético. Basta con ver unos minutos la película-documental Inside
Job para tomar
clara conciencia de esto.
Escalofriante
era la noticia que daba El Mundo el 25 de abril de este año1:
“El Consejo
General del Poder Judicial ha dado a conocer esta mañana un informe
provisional del Servicio de Inspección según el cual los Juzgados y
Tribunales tramitan un total de 2.173 procedimientos de especial
complejidad, de los cuales 1.661 afectan a tipos penales de
corrupción política y económica: prevaricación, cohecho,
malversación de caudales públicos, tráfico de influencias, estafas
o apropiaciones indebidas, entre otros”.
Ante
esta realidad hacemos nuestras las palabras del CDSI 411sobre la
corrupción política: “compromete
el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la
relación entre gobernantes y gobernados; introduce una creciente
desconfianza respecto a las instituciones públicas, causando un
progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus
representantes, con el consiguiente debilitamiento de las
instituciones”2.
Constatamos
el triste triunfo en grandes capas de la sociedad de las tesis
neoliberales que reducen las exigencias éticas en la actividad
económica al mínimo posible, haciendo del lucro el único fin de la
actividad económica.
Estos
tiempos han consagrado a unos “explotadores
más o menos numerosos que han sabido, mediante la fuerza del dinero
o de la organización, asegurarse sobre los demás una posición
privilegiada e incluso el mismo poder”2.
Es
indudable que, aunque en diversa medida, también los que formamos la
ciudadanía somos culpables, aunque solo sea por un “pecado de
omisión”. Durante muchos años se ha mirado a “otro lado”. El
bienestar material desactivó las iniciativas ciudadanas y las
movilizaciones, fundamentalmente el deber de hacer seguimiento de la
vida económica y política, siendo una ciudadanía responsable y
protagonista, no pasiva y consentidora. La participación es un deber
ético fundamental en la democracia, constituye un auténtico estilo
de vida, refleja la autonomía personal, la verdadera libertad que es
capaz de asumir compromisos responsablemente y que no reduce la
“representatividad democrática” a una “cesión de deberes y
responsabilidades” por parte del ciudadano en manos de sus
representantes políticos. Por decirlo con palabras de Pío XII,
hemos sido “masa” y no “pueblo”, y “la masa...es la enemiga
capital de la verdadera democracia y de su ideal de libertad y de
igualdad”2.
Creemos
que el relativismo moral, que prescinde de una auténtica y
apasionada búsqueda de la verdad del hombre y de su dignidad, y por
tanto de la sociedad, lleva a minar la base de la auténtica
democracia, pues la defensa de la dignidad humana incluye los
aspectos personal y social, y dicho relativismo se muestra ineficaz
para defender de manera adecuada y rigurosa ambas dimensiones.
Siguiendo
la enseñanza de Pío XII
reclamamos una
ciudadanía que verdaderamente controle y corrija la actuación de
los poderes públicos, que sea realmente escuchada por éstos,
especialmente cuando se le piden sacrificios y renuncias como en el
momento actual2.
Pero
lo cierto es que también ha habido “pecados de comisión”. Se ha
adueñado de nosotros lo que Juan Pablo II denunció en CA 36, un
estilo de vida “consumista” que nos lleva a rendirnos ante el
“tener” en lugar de crecer en el “ser”. Traemos a la memoria
las palabras de Tim Jackson: “Tenemos
que confrontar la lógica del consumismo. Los días de gastar dinero
que no tenemos en cosas que no necesitamos para impresionar a
personas que no nos importan deben terminar. Vivir bien es buena
nutrición, un hogar decente, buenos servicios públicos, comunidad
estable y un empleo satisfactorio”2.
Creemos
que es evidente, y la realidad así lo confirma, la presencia, fruto
de todo lo anteriormente dicho, de las “estructuras de pecado”.
La realidad actual, las causas que están en su base, quedan
perfectamente reflejadas en las siguientes palabras de Juan Pablo II
en SRS 36: “Si
la situación actual hay que atribuirla a dificultades de diversa
índole, se debe hablar de ‘estructuras de pecado’, las cuales
(…) se fundan en el pecado personal y, por consiguiente, están
unidas siempre a actos concretos de las personas, que las introducen,
y hacen difícil su eliminación. Y así estas mismas estructuras se
refuerzan, se difunden y son fuente de otros pecados, condicionando
la conducta de los hombres. ‘Pecado’ y ‘estructuras de pecado’,
son categorías que no se aplican frecuentemente a la situación del
mundo contemporáneo. Sin embargo, no se puede llegar fácilmente a
una comprensión profunda de la realidad que tenemos ante nuestros
ojos, sin dar un nombre a la raíz de los males que nos aquejan”.
Y
todo esto ha pasado aún siendo advertido por personas muy
cualificadas de distintos ámbitos: económico, político, jurídico,
técnico. Sin embargo, su voz fue silenciada y/o ninguneada. Se
advirtió que no sólo era un fallo en el funcionamiento del sistema,
sino que fallaba el mismo diseño del sistema, pero casi todo el
mundo hizo oídos sordos.
Uno
de los síntomas es el carácter cíclico de las crisis, que
cuestiona el modelo económico que idolatra el mercado y nos impulsa
a desarrollar otro que, en palabras de Christian Felber, sustituya el
lucro y la competitividad, por el bien común y la cooperación.
3.
SUS PRINCIPALES VÍCTIMAS, LOS MENOS CULPABLES Y MÁS DÉBILES.
Los
máximos responsables de la crisis financiera se han lucrado
escandalosa e injustamente, y la mayoría no han respondido de sus
decisiones. Casi a diario, en los últimos años, hemos escuchado
cómo en España se han enriquecido los dirigentes de muchas Cajas de
Ahorro que han tenido que ser rescatadas por su pésima, en algunos
casos delictiva gestión, cómo se han concedido auto-créditos por
cifras millonarias, cómo muchos dirigentes de las empresas del Ibex
reclamaban bajadas en los salarios mientras ellos se los subían,
cómo dirigentes políticos a nivel local o autonómico ganan más, a
veces más del doble, que el propio presidente del Gobierno, y han
gestionado pésimamente el capital público, haciendo inversiones
irresponsables y no rentables económica y socialmente en
infraestructuras, y otros muchos campos.
Mención
especial se merece la actitud de aquellos dirigentes políticos que,
durante años, se negaron a aceptar la realidad de la crisis,
engañando de manera deliberada a la población.
Pero
lo más triste e injusto es que se privatizaron los beneficios y se
están socializando las pérdidas. Son los trabajadores y las
familias, y los que ya eran pobres, pues durante los años de bonanza
económica no se fortalecieron los mecanismos de asistencia social
que, como veremos más adelante en el punto 6, están soportando lo
más duro de la crisis. Las inversiones públicas para rescatar
ciertas Cajas están siendo milmillonarias, en detrimento de poder
invertir ese dinero en los servicios públicos que están siendo
gravemente afectados.
Queremos
destacar cómo la crisis está empobreciendo especialmente a las
mujeres y a los niños. En Madrid ya hay pediatras que han levantado
la voz ante casos de malnutrición infantil y el proceso de recortes
y de privatizaciones en nuestra Comunidad aboca a la sanidad pública
a una situación cada vez más en precario, lo que agravará la
situación.
Como
ha dicho el Papa Francisco en la Vigilia de Pentecostés con los
Movimientos eclesiales (18-5-2013): “si las inversiones en los
bancos caen, tragedia; pero si la gente se muere de hambre, no tiene
para comer, no tiene salud, no pasa nada”.
Pero
hemos de reconocer que también todos somos víctimas. Vivimos el
miedo a perder el trabajo, a no poder pagar la hipoteca, a hablar
ante flagrantes injusticias. La crisis nos coloca en una situación
de vulnerabilidad económica, social y ética.
4.
ANTE LOS NUEVOS EMPOBRECIDOS RENOVAMOS LA OPCIÓN PREFERENCIAL POR
LOS POBRES
La
actual crisis ha supuesto en España no sólo el agravamiento de las
clases pobres, sino también el que la clase media se esté
empobreciendo notablemente, de tal modo que familias que hasta hace
un par de años vivían holgadamente, hoy hacen cola para ser
atendidas en los servicios sociales o en Caritas.
Los
niveles de pobreza han aumentado un 8% desde el inicio de la crisis,
siendo el índice de desarrollo humano un 4,4% menor del que hubiera
habido sin recesión. El bienestar material ha caído un 13,7 por
ciento para el conjunto de España. De continuar la crisis, la
educación y la atención sanitaria se verán aún más gravemente
afectadas2.
El
Informe FOESSA 2013, dice: "En
el último año, la pobreza en España se ha hecho más extensa, más
intensa y más crónica".
Señala que vivimos en una sociedad fracturada, en la que se ha
incrementado severamente la desigualdad social, haciendo cada vez más
difícil que las personas en situación de pobreza y marginalidad
abandonen esta situación pues,
para colmo de males, los recursos de protección social pública han
disminuido clamorosamente y las políticas de austeridad han generado
una mayor vulnerabilidad de la sociedad española. Veamos los
siguientes datos:
1.
Brecha ricos-pobres: Los ingresos medios del 20% de las personas más
ricas de España es siete veces superior al nivel medio de ingresos
de quienes tienen menos rentas (20% más pobre). Desde el comienzo de
la crisis, esta diferencia se ha incrementado en un 30%.
2. La
renta de 18.500 euros que en promedio recibieron los españoles en
2012 es inferior en términos de capacidad adquisitiva a la que ya
existía en el año 2001.
3. Desde
2007 la renta media ha caído un 4%, mientras que los precios se han
incrementado en un 10%.
4. Los
hogares en los que todos los miembros activos están en paro han
aumentado del 2,5% al 10,6% del total de hogares. En términos
absolutos, se ha pasado de 380.000 hogares en esta situación antes
de la crisis a más de 1.800.000 a finales de 2012.
Ante
este agravamiento de la pobreza, renovamos la opción preferencial
por los pobres. Esta opción que hunde sus raíces en las entrañas
del Evangelio, en el ser y hacer de Jesucristo, ha sido subrayada y
defendida con claridad por Juan Pablo II2
y Benedicto XVI2.
Nosotros,
siguiendo a Juan XXIII que afirmó que “la
Iglesia quiere ser de todos y, en particular, la de los pobres”,
asumimos con especial intensidad las palabras del Papa Francisco que
ha manifestado públicamente su deseo de una
Iglesia pobre y para los pobres:
“Los pobres, los
abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo”2.
Esta
opción preferencial por los pobres nos exige cambiar estilos de vida
y adoptar compromisos concretos en todos los ámbitos de la vida2.
Esta opción nos impide callar y permanecer quietos ante la crisis y
sus consecuencias. No olvidemos la invitación de Benedicto XVI el 1
de enero de 2009, en la que se nos exhortaba a poner a los pobres en
primer lugar para afrontar la crisis financiera adecuadamente.
5.
FRACTURA DEL ESTADO DEL BIENESTAR. QUIEBRA DE LA PROTECCIÓN DE LOS
DERECHOS HUMANOS
Sin
querer ser exhaustivos, estamos viendo cómo disminuye la inversión
en Sanidad, Educación, Justicia, Transporte Público, Servicios
Sociales y Dependencia y Pensiones, cómo se pierden garantías
laborales y se debilitan los sistemas de protección social; cómo
derechos constitucionales como el acceso a la vivienda se convierte
en sueño inalcanzable para multitud de familias. Asistimos a la
explotación del obrero
que supone la
economía sumergida.
La
política fiscal no está dotada de una justa progresividad, se suben
los impuestos indirectos que afectan por igual a ricos y pobres, se
siguen aceptando modos y tipos de inversión que permiten grandes
injusticias fiscales (p.e. SICAV), de tal modo que, en muchos casos,
el que menos tiene es el que más paga.
Se
confunde la rentabilidad económica con la rentabilidad social, no se
implementan sistemas que permitan una mejor redistribución de la
riqueza y, lo que es peor, nadie habla de cómo
se recuperará
lo que se está perdiendo.
Detrás
de esto está en grave riesgo el respeto, defensa y cumplimiento
eficaz de los derechos humanos sociales y económicos.
Juan
Pablo II afirmó que: “los
derechos humanos están estrechamente entrelazados unos con otros,
siendo expresión de aspectos diversos del único sujeto, que es la
persona. La promoción integral de todas las categorías de los
derechos humanos es la verdadera garantía del pleno respeto por cada
uno de los derechos”3.
Por
esto, ante aquellos que hablan de libertad, nosotros queremos
recordar que sin una igualdad esencial, que queda garantizada por un
desarrollo adecuado del Estado del Bienestar, esa libertad y la
justicia son imposibles, y la fractura en el Estado del Bienestar
crea desigualdad y es expresión de graves injusticias. ¿Sobre esta
realidad se puede construir verdaderamente la libertad? Nosotros
decimos rotundamente, NO.
El
debilitamiento de los Servicios Públicos sólo puede dar como frutos
el ahondamiento y aumento de la exclusión social. ¿Qué libertad
tiene el trabajador
que cuenta cada
vez con una menor protección legal? ¿Acaso la desesperación, fruto
de la pobreza, no le llevará a aceptar trabajos en peores
condiciones y con menos garantías? ¿Qué libertad tendrán el niño
o la niña que no han disfrutado de los medios adecuados de
formación y educación? Sin un determinado nivel de igualdad, la
democracia se reduce a una libertad puramente formal en la que
fácilmente, amparándose en el número de votos, establezcamos la
llamada sociedad de los dos tercios.
En
coherencia con lo dicho hasta ahora, nuestra denuncia va acompañada
también de un llamamiento enérgico a toda la ciudadanía para que
haga un uso y aprovechamiento responsable y eficiente de los recursos
públicos. No basta con exigir, hay que responder con “determinada
determinación” que diría Santa Teresa.
Teniendo
claro que el grado de responsabilidad es distinto, señalamos que, si
es injusto el Estado/Ordenamiento político que no garantiza el
bienestar universal, no menos injusta y reprobable es la actitud y
comportamiento de aquellos que no aprovechan los medios y servicios
que se ponen a su disposición, por no hablar del “¿Quieres
factura? Si es así te tengo que cargar el IVA”. En el punto 2.2.
hemos hecho referencia a la gravedad en España del fraude fiscal.
La
“tolerancia” y “aprobación” pública de comportamientos
irresponsables en este sentido constituye una grave lacra social.
Como ha afirmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos y
la DSI repetidamente, los Derechos van acompañados de Deberes. Ambos
se necesitan mutuamente.
El
Concilio Vaticano II, al hablar de las instituciones de previsión y
seguridad social, advertía: “Al
organizar todas estas instituciones debe cuidarse de que los
ciudadanos no vayan cayendo en una actitud de pasividad con respecto
a la sociedad o de irresponsabilidad y egoísmo”
(GS 69b).
6.
LA DIGNIDAD HUMANA VULNERADA
El
Papa Francisco ha señalado muy acertadamente que la actual crisis
“Es una crisis en
la que el hombre es quien sufre las consecuencias de esa
inestabilidad. Hoy día está en peligro el hombre, la persona
humana”.
Ante
esta situación y estas palabras nos parece muy adecuado e importante
volver a señalar que, frente a aquellos que reniegan de fundamentar
los derechos humanos y la dignidad de todo ser humano, la Iglesia,
desde su reflexión teológica, puede ofrecer a todos
los seres humanos
de hoy un
fundamento “fuerte” y esperanzado de su grandeza. Por enésima
vez recordamos que todo ser humano es hijo de Dios, hecho a su imagen
y semejanza, salvado y redimido por Cristo y llamado a compartir la
vida eterna que Dios nuestro Padre nos ofrece por medio de la
resurrección de Jesucristo, nuestro hermano y Señor.
La
fe de la Iglesia en la visión del ser
humano como imagen de
Dios hay que situarla en su fe trinitaria3,
en la que se
fundamenta su afirmación de la dimensión social del hombre y de la
sociabilidad de la vida humana (Cf. CDSI 149).
Esta
visión integral del ser humano, como ser personal y social, también
tiene una decisiva trascendencia en el tema que nos ocupa, pues la
Iglesia no entiende la dignidad de la persona “sólo
en su aspecto personal, sino también en la vida social”3.
Todo
proyecto económico y/o político que no respete esta grandeza, que
no la fomente y la proteja, que la manipule o instrumentalice, no
puede ser aceptada por los católicos. Y la actual “oferta”
neoliberal y capitalista se apoya en una antropología contraria a la
que defiende la DSI3.
Los
Derechos Humanos son expresión de esta dignidad humana, y ante la
nueva ofensiva del capitalismo que “sataniza” la participación
del Estado en la economía, nosotros recordamos las palabras de Juan
Pablo II en CA 40: “Es
deber del Estado proveer a la defensa y tutela de los bienes
colectivos, como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya
salvaguardia no puede estar asegurada por los simples mecanismos de
mercado. Así como en tiempos del viejo capitalismo el Estado tenía
el deber de defender los derechos fundamentales del trabajo, así
ahora con el nuevo capitalismo el Estado y la sociedad tienen el
deber de defender los bienes colectivos que, entre otras cosas,
constituyen el único marco dentro del cual es posible para cada uno
conseguir legítimamente sus fines individuales. He ahí un nuevo
límite del mercado: existen necesidades colectivas y cualitativas
que no pueden ser satisfechas mediante sus mecanismos; hay exigencias
humanas importantes que escapan a su lógica; hay bienes que, por su
naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar”.
Y
estas exigencias humanas quedan reflejadas éticamente en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (arts. 22-28) y
políticamente en lo que llamamos Estado Social o del Bienestar, en
cuyo logro en Europa tanto ha influido el pensamiento social
cristiano y políticos de profundas convicciones católicas como K.
Adenauer, R. Schuman y A. de Gásperi.
Ante
los ataques continuos que a lo largo de la historia se han dado
contra la dignidad humana, Leonardo Boff hace la siguiente
afirmación:
“¿Cómo
ha afrontado la Iglesia esta situación deshumanizante? Podemos
afirmar que, por muy diversas que hayan sido las situaciones, las
estrategias y las tácticas, la Iglesia (comunidad de fieles) ha
sentido siempre una aguda preocupación por los pobres. Estos han
sido siempre una espina clavada en su conciencia y una invitación
constante a extender la mano y a socorrer. En sustancia, la Iglesia
ha sido fiel a la tradición de Jesucristo, que optó por los pobres,
a pesar de no ser pobre de origen, desde el punto de vista
sociológico; y ha sido también fiel a la tradición apostólica,
que en los comienzos había unido la conversión al Evangelio con la
conversión social, poniendo «todos los bienes en común,
repartiendo entre todos, según las necesidades de cada uno, no
habiendo entre ellos ningún necesitado» (cf. Hech 2,44-45; 4,34).
La solicitud por los pobres ha constituido siempre una preocupación
eclesial y apostólica. Se trata ciertamente de un problema jamás
resuelto, pero ello no significa que se haya caído en bloque en la
resignación y en la inoperancia. En la Iglesia siempre se ha hecho
algo por los pobres”3.
Es de
justicia hacer cita explícita de la Escuela de Salamanca, los
obispos Coruña y Valdivieso, o de experiencias históricas como las
Reducciones Jesuíticas del Paraguay, las Hospitalidades de Vasco de
Quiroga, el trabajo de León Harmel, Mons. Ketteler, las aportaciones
a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de René Cassin,
el trabajo de Ellacuría, sj. y compañeros, Mons. Romero, Teresa de
Calcuta, el Card. Von Galen y de tantos otros, verdadera lista
interminable, que se han enfrentado a los dos mayores enemigos de la
dignidad humana: la pobreza y las ideologías totalitarias.
7.
EL SER HUMANO, SUJETO, FUNDAMENTO Y FIN DE LA SOCIEDAD.
Lo
dijo claramente Pío XII en BH 11: “El
hombre como tal, quien, lejos de ser el objeto y un elemento
puramente pasivo de la vida social, es, por el contrario, y debe ser
y permanecer, SU SUJETO, SU FUNDAMENTO Y SU FIN”.
Esta
centralidad de la persona sitúa como primer deber, que al mismo
tiempo legitima su existencia, de la Autoridad política la búsqueda
del Bien Común.
La
Iglesia ha reflexionado extensamente sobre el mismo. Podemos
sintetizar su pensamiento en los siguientes puntos:
1.
Es “El conjunto de
condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo
expedito y pleno de su propia perfección”
MM 65. Abarca todas las dimensiones del ser humano, las materiales y
espirituales (PT 57. 59)
2.
“No es la suma
simple de intereses particulares, sino la valoración y armonización
de éstos, realizada según una jerarquía de valores basada en la
exacta comprensión de la dignidad de la persona”
(CA 47)3.
3.
Todos, personas, instituciones, autoridades están obligados a buscar
el Bien Común (PT 53-54). Éstos tienen derecho a gozar de las
condiciones de vida social que resultan de la búsqueda del mismo
(CDSI 167).
4. Una
sociedad que quiera positivamente estar al servicio del ser humano ha
de proponerse como meta prioritaria el BC (CDSI 165).
5.
Su contenido está determinado por las exigencias de la naturaleza
humana (PT 55). Consiste principalmente en la defensa de los derechos
y deberes de la persona (PT 60, CDSI 1663).
6. Los
gobernantes, por razones de justicia y equidad, deben cuidar
especialmente de los ciudadanos más débiles, para defender sus
intereses y derechos legítimos (PT 56).
7.
Las exigencias del Bien Común derivan de las condiciones sociales de
cada época (CDSI 166).
8.
Se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien
moral (CDSI 164).
Y
después de leer esto, nos preguntamos ¿cabe
en cabeza humana defender que esto es posible sin unos adecuados
servicios públicos que garanticen a todos los ciudadanos,
especialmente a los que están en mayor situación de vulnerabilidad
social, el acceso a bienes básicos y fundamentales como son la
atención sanitaria, la educación, la vivienda o unas condiciones
laborales humanas y justas?
En
el punto 2.1. hacíamos una breve reflexión sobre el papel del
Estado en la economía. Pues bien, uniendo eso al tema del Bien Común
y los derechos humanos, en orden a legitimar y defender el Estado del
Bienestar y los servicios públicos, PT 64 dice:
“Por todo ello
es indispensable que los Poderes públicos pongan esmerado empeño en
favorecer el progreso social a la par del económico, en los
ciudadanos; y así cuidarán bien de que, correspondiendo a la
productividad nacional, se desarrollen los servicios esenciales, como
la red de carreteras, los medios de transporte y de comunicaciones,
los créditos, la distribución del agua potable, la vivienda, la
asistencia sanitaria, la instrucción, las condiciones idóneas para
la práctica de la religión y, finalmente, la ayuda para las
expansiones recreativas. También cuidarán los gobernantes de
auxiliar, mediante los seguros sociales, a los ciudadanos en casos de
calamidades públicas, o por exigirlo así el crecimiento de las
familias, de suerte tal que nunca les falte lo necesario para una
vida digna. Cuidarán también de que a los obreros capaces de
trabajar no les falte el trabajo conveniente a su capacidad y
fuerzas, y que cada uno de ellos reciba el salario que le corresponda
en justicia y equidad; que en las empresas puedan los obreros
sentirse responsables; que oportunamente se puedan constituir
entidades intermedias que faciliten con el mayor fruto la convivencia
social; y que, finalmente, por los medios y en los grados oportunos,
todos puedan participar en los bienes de la cultura.”
Para
que esta acción del Estado sea verdaderamente provechosa, debe de
atenerse a unos criterios éticos adecuados: “En
orden al bien común se debe perseguir siempre, con constante
determinación, el objetivo de un justo equilibrio entre libertad
privada y acción pública, entendida tanto como intervención
directa en economía, como actividad de apoyo para el desarrollo
económico. En cualquier caso, la intervención pública deberá
atenerse a criterios de equidad, racionalidad y eficiencia, y no
sustituir la acción de los particulares, contra su derecho a la
libertad de iniciativa económica. El Estado, en este caso, se vuelve
perjudicial para la sociedad: una intervención directa demasiada
amplia termina por anular la responsabilidad de los ciudadanos y
produce un crecimiento excesivo de los aparatos públicos, guiados
más por lógicas burocráticas que por el objetivo de satisfacer las
necesidades de las personas” (CDSI
354).
No
podemos dejar de hablar, precisamente por el contexto global en el
que se mueve hoy en día la economía, del Bien Común Universal3,
que debe hacernos huir de la tentación de caer en reclamar
soluciones que, a costa de perpetuar la explotación y la pobreza en
ciertos países, garanticen la opulencia en el Norte.
8.
LA INICIATIVA ESTATAL Y LA INICIATIVA PRIVADA
Como
acabamos de ver, todos, absolutamente todos, individuos,
instituciones, autoridades, deben de contribuir al Bien Común.
Para la
Iglesia, tanto la economía como la política tienen que estar al
servicio del Bien Común. Ambas iniciativas deben de coordinarse y
colaborar de manera adecuada para garantizarlo, o lo que es lo mismo,
para que su contenido, el conjunto de derechos y deberes frutos de la
dignidad humana, sean debidamente protegidos, respetados y cumplidos.
El
pensamiento social de la Iglesia supera la dialéctica de la
confrontación público-privado y señala como camino verdadero el de
la cooperación de ambas instancias desde el respeto a los principios
de solidaridad y subsidiaridad.
Como
señala el CDSI 353: “Es
necesario que mercado y Estado actúen concertadamente y sean
complementarios. El libre mercado puede producir efectos benéficos
para la colectividad solamente en presencia de una organización del
Estado que defina y oriente la dirección del desarrollo económico,
que haga respetar las reglas equitativas y transparentes, que
intervenga también de modo directo, por el tiempo estrictamente
necesario, en los casos en que el mercado no logre obtener los
resultados de eficiencia deseados y cuando se trata de llevar a cabo
el principio de redistribución. En efecto, en algunos ámbitos el
mercado no es capaz, usando todos sus mecanismos, de garantizar una
distribución equitativa de algunos bienes y servicios esenciales
para el crecimiento humano de los ciudadanos: en este caso la
complementariedad entre Estado y mercado es más necesaria que
nunca”.
Esto,
por desgracia, cada vez es más difícil y repercute más
negativamente en los servicios públicos expresión del Estado del
Bienestar. Así lo explica Benedicto XVI:
“Desde el
punto de vista social, a los sistemas de protección y previsión, ya
existentes en tiempos de Pablo VI en muchos países, les cuesta
trabajo, y les costará todavía más en el futuro, lograr sus
objetivos de verdadera justicia social dentro de un cuadro de fuerzas
profundamente transformado. El mercado, al hacerse global, ha
estimulado, sobre todo en países ricos, la búsqueda de áreas en
las que emplazar la producción a bajo coste con el fin de reducir
los precios de muchos bienes, aumentar el poder de adquisición y
acelerar por tanto el índice de crecimiento, centrado en un mayor
consumo en el propio mercado interior. Consiguientemente, el mercado
ha estimulado nuevas formas de competencia entre los estados con el
fin de atraer centros productivos de empresas extranjeras, adoptando
diversas medidas, como una fiscalidad favorable y la falta de
reglamentación del mundo del trabajo. Estos procesos han llevado a
la reducción de la red de
seguridad social a
cambio de la búsqueda de mayores ventajas competitivas en el mercado
global, con grave peligro para los derechos de los trabajadores, para
los derechos fundamentales del hombre y para la solidaridad en las
tradicionales formas del Estado social. Los sistemas de seguridad
social pueden perder la capacidad de cumplir su tarea, tanto en los
países pobres, como en los emergentes, e incluso en los ya
desarrollados desde hace tiempo. En este punto, las políticas de
balance, con los recortes al gasto social, con frecuencia promovidos
también por las instituciones financieras internacionales, pueden
dejar a los ciudadanos impotentes ante riesgos antiguos y nuevos”
(CV 25a)
Pero
creemos que es la propuesta de Benedicto XVI (CV 24) que reclama más
sociedad, mayor participación cuantitativa y cualitativa de los
ciudadanos, la que debemos nosotros desarrollar y potenciar, sin
olvidar, dada la cada vez mayor cantidad de personas en situación de
precariedad, lo que decía León XIII: “Los
derechos, sean de quien fueren, habrán de respetarse
inviolablemente; y para que cada uno disfrute del suyo deberá
proveer el poder civil, impidiendo o castigando las injurias. Sólo
que en la protección de los derechos individuales se habrá de mirar
principalmente por los débiles y los pobres. La gente rica,
protegida por sus propios recursos, necesita menos de la tutela
pública; la clase humilde, por el contrario, carente de todo
recurso, se confía principalmente al patrocinio del Estado. Este
deberá, por consiguiente, rodear de singulares cuidados y
providencia a los asalariados, que se cuentan entre la muchedumbre
desvalida” (RN
27).
No
menos importante es en el contexto actual español, donde hay miles
de viviendas vacías, públicas y privadas, y cada vez un mayor
número de familias sin hogar, recordar la enseñanza de la Iglesia
respecto a la propiedad y el destino universal de los bienes.
Juan
Pablo II lo sintetiza así: “Es
necesario recordar una vez más aquel principio peculiar de la
doctrina cristiana: los bienes de este mundo están originariamente
destinados todos. El derecho a la propiedad privada es válido y
necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre
ella grava "una hipoteca social", es decir, posee, como
cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada
precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes.
En este empeño por los pobres, no ha de olvidarse aquella forma
especial de pobreza que es la privación de los derechos
fundamentales de la persona...”
(SRS 42e).3
Desde
esta perspectiva no podemos dejar de denunciar el proceso
privatizador de servicios públicos –en especial en las pensiones,
la enseñanza y la sanidad- que se está produciendo en nuestro país
y muy particularmente en nuestra Comunidad de Madrid. Consideramos
que es éste un proceso que privatiza bienes que son comunes y que
afecta a los derechos de todos pero fundamentalmente a los de
aquellos que menos tienen y más están sufriendo la crisis.
Encontramos en todo el proceso una connotación fundamentalmente
economicista y de búsqueda de beneficio para las empresas privadas
que
están implicadas en ello, a costa de la calidad de los servicios que
se dispensen y todo ello con la excusa de la necesidad de reducir los
gastos.
También
encontramos este fenómeno y así lo denunciamos en los ámbitos de
la dependencia, el transporte público, la justicia, la seguridad,
los servicios sociales y otros.
9.
LA NATURALEZA PROFÉTICA DEL SER CRISTIANO.
Un
personaje fundamental en la Historia de la Salvación es el Profeta.
Frente a la falsa imagen como “adivinos”, el profeta de Israel
es un creyente vocacionado, que se ha encontrado con Dios y, a pesar
de dudas y miedos, ha respondido afirmativamente al proyecto que le
ha invitado a realizar, ha sido capaz de compartir esta experiencia y
la ha hecho el cimiento y motor de su vida.
Una
dimensión fundamental del ser profeta es la lectura creyente de la
realidad. No hay profetas de laboratorio. El profeta vive inmerso en
la vida de los hombres,
escucha, ve, dialoga,...; radiografía la realidad buscando en ella
todo lo que manifiesta la salvación que nos ofrece el Dios vivo y
verdadero. Por eso, el verdadero profeta es un hombre de esperanza,
es un hombre que anuncia que la salvación no sólo es posible, sino
que es una realidad. Pero para hacer esto, son necesarias también la
denuncia, el valor, la sabiduría y la fe para poner al descubierto
todo aquello que rompe y/o dificulta la realización de los planes de
Dios.
Todos
los bautizados hemos sido configurados con “Cristo, sacerdote,
profeta y rey”, todo cristiano está llamado a ser profeta, y a
vivir esta vocación en nuestra doble dimensión de ser seres
personales y sociales. Es toda la realidad la que debe leer y juzgar
proféticamente. Es decir, los recortes, los desahucios, el paro, la
pérdida de derechos laborales, el incremento de la pobreza,
requieren esta lectura, este anuncio y esta denuncia, porque son
realidades de “muerte” y, frente a esto, afirmó San Ireneo que
“La gloria de Dios es que el hombre viva”.
En
sintonía con esto, “la
doctrina social desempeña una tarea de anuncio
y también de denuncia.
Ante todo, el anuncio
de lo que la Iglesia posee como propio: «una visión global del
hombre y de la humanidad», en un plano no sólo teórico, sino
práctico. La doctrina social, en efecto, no ofrece solamente
significados, valores y criterios de juicio, sino también las normas
y las directrices de acción que de ellos se derivan. Con esta
doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y
organización de la sociedad, sino de exigencia, dirección y
formación de las conciencias. La doctrina social comporta también
una tarea de denuncia,
en presencia del pecado: es el pecado de injusticia y de violencia
que de distintas maneras afecta a la sociedad y en ella toma cuerpo.
Esta denuncia
se hace juicio y defensa de los derechos ignorados y violados,
especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños, de los
débiles. Y es tanto más necesaria esta denuncia
cuanto más se extiendan las injusticias y las violencias, que
abarcan categorías enteras de personas y amplias áreas geográficas
del mundo, y dan lugar a cuestiones sociales, es decir, a abusos y
desequilibrios que agitan las sociedades. Gran parte de la enseñanza
social de la Iglesia es requerida y determinada por las grandes
cuestiones sociales, para las que quiere ser respuesta de justicia
social” (CDSI
81).
Y
esto está entrañablemente unido a la acción evangelizadora. Como
decía Pablo VI, la verdadera evangelización siempre exige la
verdadera promoción humana (EN). De hecho, “con
su doctrina social, la Iglesia se hace cargo del anuncio que el Señor
le ha confiado. Actualiza en los acontecimientos históricos el
mensaje de liberación y de redención de Cristo, el Evangelio del
Reino. La Iglesia, anunciando el Evangelio, «enseña al hombre, en
nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de
personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz,
conformes a la sabiduría divina»”
(CDSI 63).
Esto
nos invita a que nuestras comunidades parroquiales, grupos,
movimientos,... sean verdaderas escuelas que promuevan y eduquen en
una espiritualidad que lleve al encuentro con el Dios de la vida,
defensor de los pobres, en una espiritualidad mosaica, profética y
liberadora.
La
catequesis, los catecumenados de adultos, las celebraciones
sacramentales, la misma vida comunitaria, la formación
permanente,... deben “rezumar” esta espiritualidad profética.
10.
NECESIDAD DE UNA HUMANIDAD NUEVA PARA UNA SOCIEDAD NUEVA
San
Pablo nos exhortaba en la carta a los Efesios a revestirnos de “la
nueva humanidad, creada a imagen de Dios con justicia y santidad
auténticas” (Ef 4, 24:)
En
la situación actual, donde sentimos la necesidad urgente de
transformar la sociedad, estas palabras resuenan en nuestro interior
con gran intensidad. Como hemos visto en el punto 8, el ser humano es
un ser personal y social. Es muy importante que tengamos en cuenta
esto a la hora de hacer una reflexión y propuesta ética coherente y
sólida desde el punto de vista antropológico y cristiano.
SRS
36, como hemos recogido anteriormente, nos habla de las “estructuras
de pecado”, que no anulan la responsabilidad ética de las
personas, pero que presentan tal grado de complejidad y opacidad, que
muchas veces nos hacemos cómplices de ellas ignorándolo. ¡Cuántas
personas honradas y dignas habrán trabajado en Lehman Brothers!
Esta
realidad nos impone afrontar estos problemas desde las estructuras y
las instituciones pero, al mismo tiempo, no podemos olvidar que todo
cambio serio y con vocación de permanencia y futuro tendrá que
apoyarse a su vez en serias y firmes opciones éticas personales.
Oigamos
al CDSI 332: “La
expansión de las riquezas, visible en la disposición de bienes y
servicios, y la exigencia moral de una equitativa difusión de estos
últimos deben estimular a las personas y a la sociedad en su
conjunto a practicar la virtud esencial de la solidaridad para
combatir, con espíritu de justicia y de caridad, dondequiera que
existan las «estructuras de pecado» que generan y mantienen la
pobreza, el subdesarrollo y la degradación. Estas estructuras están
edificadas y consolidadas por mucho actos concretos de egoísmo
humano”.
Como
dice J. Zeitz: “Necesitamos
códigos, principios y directrices para nuestra acción ética. Pero
hay que señalar que el derecho y la ley no son lo mismo que la
ética. Por sí solas, las leyes no pueden garantizar la acción
ética ni cubren todo el espectro de decisiones morales que deben
tomar las personas”3
Hacemos
nuestras las siguientes palabras: “La
dependencia entre sujeto humano y estructuras sociales no es
unidireccional, sino recíproca. Si la persona depende, aunque no
totalmente de las estructuras, también estas están condicionadas en
parte por las personas, especialmente cuando actúan asociadas. Cabe
hablar, por tanto, también de ética al referirse a la acción
colectiva sobre las estructuras de la sociedad”4.
11.
TESTIMONIO Y COHERENCIA DE VIDA EN LOS CRISTIANOS Y EN LA IGLESIA.
Sólo
una Iglesia con una vida coherente, verdaderamente evangélica tendrá
la cualidad de la credibilidad. Lo dijo el Señor claramente: “Los
hombres se le presentaron y le dijeron: Juan el Bautista nos ha
enviado a preguntarte si eres tú el que había de venir o si tenemos
que esperar a otro. En ese momento Jesús sanó a muchos de
enfermedades, achaques y malos espíritus; y devolvió la vista a
muchos ciegos. Después les respondió: Id a informar a Juan de lo
que habéis visto y oído: ciegos recobran la vista, cojos caminan,
leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres
reciben la Buena Noticia. Y dichoso el que no tropieza por mi causa.”
(Lc 7, 20-23)
“Por
sus frutos los conoceréis”
nos dice S. Mateo (7, 16ss; Lc 6, 43ss). Ya hemos hablado en este
escrito de la Iglesia pobre, de los pobres y para los pobres. Pero
esas expresiones serán pura retórica si no van acompañadas de los
signos adecuados: la austeridad en los medios, la comunicación
cristiana de bienes, el evitar todo aquello que nos haga aparecer
como aliados o cómplices de “los poderes de este mundo”,
renunciar a todo dinero injusto, la trasparencia financiera, un
estilo de vida austero y encarnado, la renuncia al “carrerismo”,
evitar una falsa concepción de la caridad que oculte o justifique
las injusticias, un verdadero esfuerzo por conocer, difundir y
aplicar la DSI, adoptar las mismas opciones financieras que señala
Caritas in Veritate
(fondos de inversión éticos, economía de comunión,...).
Todos
debemos de reflejar en nuestras vidas, personal y eclesialmente, la
experiencia del Buen Samaritano, que camina atento a la realidad, que
se detiene ante el caído en el camino, que invierte en él su
tiempo, sus bienes y su vida, haciéndose así testigo creíble del
Dios de Jesucristo.
Creemos
que es urgente en estos tiempos que los cristianos tengan una
participación activa en el campo de la política y de lo político.
Hemos de afrontar conjuntamente la transformación personal y social,
individual y comunitaria/institucional.
Un
cambio que no vaya acompañado del sincero esfuerzo de transformar
las estructuras injustas, ─sociales, económicas, políticas y
culturales─, no es cristiano, pues no reflejaría la enseñanza de
la Iglesia sobre el hombre y la sociedad, ni reflejaría
adecuadamente el magisterio eclesial sobre el Bien Común.
Y
este estilo de vida, estas opciones, deben de ser adoptadas por todos
los católicos individualmente y por toda la Iglesia comunitaria e
institucionalmente. En los pocos meses de pontificado del Papa
Francisco, son innumerables sus exhortaciones en esta dirección.
Nos
parece muy urgente que la Iglesia a través de sus Medios de
Comunicación Social anuncie y defienda con claridad y sin fisuras la
Doctrina Social de la Iglesia, y que exprese claramente su Opción
por los Pobres, que en nuestro tiempo toma forma concreta en la
defensa de los servicios sociales y del Estado del Bienestar, sin
ambigüedades ni “medias tintas”. Nos duele que muchas veces
cadenas de radio y televisión vinculadas a la Iglesia ofrezcan un
mensaje no acorde con los principios y opciones de la DSI, incluso en
ocasiones claramente en contra.
Como
dijo Mons. Oscar Romero, “La
Iglesia no puede callar ante estas injusticias del orden económico,
del orden político, del orden social. Si callara, la Iglesia sería
cómplice con el que se margina y duerme un conformismo enfermizo,
pecaminoso. O con el que se aprovecha de ese adormecimiento del
pueblo para abusar y acaparar económicamente, políticamente, y
marginar a una inmensa mayoría del pueblo. Esta es la voz de la
Iglesia, hermanos” (Homilía
24-7-1977).
Concluimos,
la Iglesia debe recordarse todos los días que está llamada a
prolongar la Encarnación del Verbo para que los signos y prodigios
que hizo el Señor sigan siendo una realidad por la acción de su
Iglesia dócil al Espíritu Santo.
12.
PISTAS DESDE LA DSI PARA UN NUEVO MODELO DE SOCIEDAD, DE POLÍTICA Y
DE ECONOMÍA.
Este es
un documento que trata de hacer un análisis ético de la situación
actual de los derechos sociales. Su finalidad no es ofrecer pistas
“técnicas”. Esas se darán en otros lugares y momentos. Pero si
queremos ofrecer algunas afirmaciones fundamentales de la DSI sobre
los servicios y derechos sociales que deben de iluminar y quedar
reflejadas en las propuestas técnicas.
GS 66:
“Para satisfacer las exigencias de la justicia y de la
equidad hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que, dentro
del respeto a los derechos de las personas y a las características
de cada pueblo, desaparezcan lo más rápidamente posible las enormes
diferencias económicas que existen hoy, y frecuentemente aumentan,
vinculadas a discriminaciones individuales y sociales”
GS 26d:
“Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo
que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como
son el alimento, el vestido, la vivienda,…, a la educación, al
trabajo,… ”.
GS 84:
“…las instituciones de la comunidad internacional
deben, cada una por su parte, proveer a las diversas necesidades de
los hombres tanto en el campo de la vida social, alimentación,
higiene, educación, trabajo, como en múltiples circunstancias
particulares que surgen acá y allá; por ejemplo, la necesidad
general que las naciones en vías de desarrollo sienten de fomentar
el progreso, de remediar en todo el mundo la triste situación de los
refugiados o ayudar a los emigrantes y a sus familias”
PT 11:
“Concretando ya los derechos humanos, todo ser humano
tiene el derecho a la existencia, a la integridad física, a los
medios indispensables y suficientes para un nivel de vida digno,
especialmente en cuanto se refiere a la alimentación, al vestido, a
la habitación, al descanso, a la asistencia sanitaria, a los
necesarios servicios sociales. De ahí el derecho a la seguridad en
caso de enfermedad, de invalidez, de viudez, de vejez, de paro y en
cualquier otra eventualidad de pérdida de los medios de subsistencia
por circunstancias ajenas a su voluntad” (MM 55; 61)
PT 13:
“De la naturaleza humana nace también el derecho a
participar en los bienes de la cultura y, por lo tanto, el derecho a
una instrucción fundamental y a una formación técnico-profesional
conforme al grado de desarrollo de la propia comunidad política. Y
para esto a todos se debe facilitar el acceso a los grados más altos
de la instrucción según sus méritos personales, de tal manera que
los hombres, en cuanto sea posible, puedan ocupar puestos de
responsabilidad en la vida social, todo ello según sus aptitudes y
capacidades adquiridas”
Organizaciones que
forman parte del colectivo Evangelio, Justicia y Derechos Sociales,
católicas/os de Madrid:
Acción Católica Obrera (ACO) de Madrid, Acción
Cultural Cristiana (ACC), Apostólicas del Corazón de Jesús,
Asociación Puente de Esperanza Madrid, Capellanía del Centro
Penitenciario de Navalcarnero, Centro de Reflexión Alberto Hurtado,
COMU de P. Santa María del Buen Aire, Comunidad Cristiana de Base
Sto. Tomás de Aquino, Cristianos de la Parroquia de Santa Bibiana,
Cristianos por el Socialismo, Cristianos Socialistas de Madrid
PSM-PSOE, EPPOs de Madrid, Foro de Curas de Madrid, Foro de parados
en acción, Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad de
Madrid (Frater), Fundación Ayuda Solidaria Hijas de Jesús, Hermanas
Franciscanas del E.S. Comunidad de Vallecas, Hermandad Obrera de
Acción Católica (HOAC) de Madrid, Hermandades del Trabajo (HHT),
Hermanitas de Jesús de Foucauld, Hermanitas de la Asunción, I.S.
Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote, Comunidad de la P. San
Pablo, Institución Javeriana, Justicia y Paz de Madrid, Juventud
Obrera Cristiana (JOC), Parroquia de la Sagrada Familia
(Fuenlabrada), Parroquia de la Preciosísima Sangre, Parroquia de San
Ambrosio, Parroquia de San Basilio, Parroquia de San Cosme y San
Damián, Parroquia de San Eulogio, Parroquia San Francisco Javier y
San Luis Gonzaga, Parroquia de San Pablo, Parroquia de Santa Mª del
Buen Aire, Parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Pastoral San
Carlos Borromeo, Profesores cristian@s de la educación pública,
Pueblos Unidos, Red Interlavapiés, Revista Alandar, Revista 21, RR
de la Compasión, RR de la Sagrada Familia de Burdeos.